LA ÉPICA (s. VIII-VII a.C.)
Por poesía épica se entiende un tipo de poesía narrativa (<vἐπική<ἔπος=palabra)
que canta las hazañas de unos héroes pertenecientes a un pasado más o menos
legendario y cuyo comportamiento glorioso acaba convirtiéndose en modelo de
virtudes varoniles (valor, fidelidad, nobleza, entrega). Es poesía cantada por
cantores profesionales, en versos largos todos iguales, con acompañamiento
musical, ante un público eminentemente popular. Es poesía objetiva, pues el
poeta actúa como simple narrador de unos hechos ajenos a él y en los que para
nada interviene. En casi todas las culturas la poesía épica tuvo una primera
etapa oral, en la que el cantor se limita a repetir, con pequeñas variaciones,
una serie de cantos de héroes y personajes míticos que él a su vez ha aprendido
de otros cantores, sin que intervenga la
escritura. A esta etapa sucede otra en la que el cantor, utilizando la
escritura, crea sus propios poemas a partir de una serie de temas y motivos
legados por la tradición. Ésta es la etapa a la que pertenece Homero.
HOMERO:
La literatura griega y, por extensión, toda la literatura occidental,
comienza con los dos poemas épicos de Homero, la Ilíada y la Odisea. Son
grandes poemas que su autor escribió o dictó en un momento en que los griegos
volvieron a conocer la escritura (conocida ya antes en la cultura micénica, en
textos escritos en el silabario lineal B, y desaparecida hasta el siglo VIII
a.C.), pues no es verosímil que poemas con una estructura como la de la Ilíada
se hayan transmitido sin que desde el comienzo mismo interviniera la escritura
(ej. Referencias anticipadas…)
Utilizando la escritura, pues, Homero condensó en sus poemas todo un bagaje
de leyendas, mitos y héroes que los aedos griegos (aedo<ἀοιδός= cantor, término derivado del
verbo ἀείδω =cantar) habían cantado
durante siglos. Ya los antiguos griegos creían en la existencia de otros poetas
anteriores a Homero y el propio Aristóteles en su Poética nos dice: “de los
predecesores de Homero no conocemos ningún poema, pero es verosímil que hayan
debido de existir y en gran número”. Así Homero, que también era un aedo, se
sitúa en realidad al final de una larga tradición de poesía épica creadora y
cantada por los aedos y en el tránsito a la poesía épica reproductora y
recitada por los rapsodos (<ῥάπτειν =zurcir, aludiendo al empalme sucesivo de cantares de gesta); el rapsodo ya no
canta, recita y lleva consigo un bastón propio de un caminante, con el cual
golpea el suelo para marcar el ritmo de los versos. Según Platón, en su diálogo
“Ión”, un rapsodo es un verdadero virtuoso de la recitación, auténtico prodigio
de memoria, capaz de explicar además al auditorio los pasajes que recitaba.
Naturalmente un rapsodo dependía de un texto aprendido de memoria, lo que
supone una fijación por escrito de los poemas que recitaba, aunque introdujese
interpolaciones, hiciese cambios o supresiones de acuerdo con su propio gusto o
para mejor agradar al público.
La cuestión de la Ilíada, pues, que formaba parte del repertorio de los
rapsodos y que existe como texto escrito desde la Antigüedad, ha de ser
estudiada dentro de esta historia de dos grandes fases de la épica griega: la
oral y creadora de los aedos y la escrita y reproductora de los rapsodos.
Que Homero tiene detrás toda una tradición de poesía oral se puede
confirmar por varios hechos:
- El propio Homero nos presenta a los aedos que
cantan sus poemas acompañándose de un instrumento musical de tres o cuatro
cuerdas, la forminge.
- El conocimiento de la guerra de Troya (c.1250 a.C.)
), y de la cultura micénica en la que tuvo lugar, sólo pudieron llegarle
por tradición oral pues pertenecen a un pasado ya lejano para él. Además,
el conocimiento que tenemos del mundo micénico, gracias a la arqueología y
al desciframiento del lineal b,
nos permite confirmar las coincidencias entre la organización política y
social que reflejan los poemas y la del mundo micénico, así como en el
nombre de ciertos dioses y héroes y en algunas otras palabras que ya
aparecen en las tablillas micénicas.
- Esos mismos hechos debían ser conocidos por su
público pues introduce los personajes sin necesidad de presentarlos
previamente.
- La propia lengua homérica, artificial y llena de
arcaísmos, constituida básicamente a partir del jonio, pero con elementos
de otros dialectos, como el eolio o el arcado-chipriota, con formas que en
su época ya se habían perdido.
- El uso de un lenguaje formulario –conjunto de
frases hechas y expresiones fijas que se repiten continuamente y en
lugares fijos-, propio de toda poesía oral y fruto de una larga tradición
en la que los poetas orales, combinando estos elementos fijos, eran
capaces de componer largos poemas de miles de versos y recordarlos fácilmente.
- Uso de ciertos recursos estilísticos:
comparaciones, catálogos, invocaciones a las Musas, digresiones (relatos
que se alejan de la acción principal), escenas típicas que se repiten
siempre en los mismos contextos y sin apenas variación.
Todos estos rasgos se encuentran en poemas
épicos de otras culturas (el Ramayana y el Mahabharata de la India, el Poema de
Gilgamesh de los sumerios, los Nibelungos de la cultura germánica o el propio
Poema del Cid castellano), porque la épica griega deriva de la que debieron
tener los indoeuropeos, y, además, por los posibles influjos recibidos de las
culturas mesopotámicas.
Pero Homero también añadió rasgos propios a
su obra:
·
Creó unos poemas mucho más largos que los cantos
de los aedos, organizados alrededor de las peripecias de un héroe principal con
las que se entrecruzan las de muchos otros personajes menores.
·
Introdujo más intensidad y dramatismo en la
acción.
·
Realizó una selección consciente del material
llegado oralmente, eliminando lo que le parecía escandaloso.
·
Humanizó a sus héroes, que tienen gran fuerza
pero no monstruosa ni poderes sobrenaturales, y los dotó de virtudes como la
amistad, el patriotismo, la fidelidad, etc.
Tras largas discusiones sobre si Homero
existió o no, o si los dos poemas tenían una organización unitaria o
no–cuestión homérica-, hoy se piensa que los dos poemas, la Ilíada y la Odisea,
fueron obra del mismo poeta, Homero, posiblemente nacido en el litoral de Asia
Menor o en una isla cercana: en Esmirna o Quíos, por ejemplo, y que vivió hacia
el siglo VIII-VII a.C. El mundo de la época de Homero es el de la época
arcaica, cuando los griegos redescubren la escritura, exploran y colonizan el
Mediterráneo, entablan contactos con los pueblos orientales, crean la cultura
de las ciudades que surgen tras la desmembración de los reinos micénicos,
ciudades regidas en su fase antigua por la aristocracia. A esta aristocracia,
que se consideraba descendiente de los antiguos héroes, es a la que van
dirigidos los poemas, que presentan el elogio de aquellos héroes y, al tiempo,
modelos de acción y sentimiento para la nueva sociedad que nace. Una sociedad
que va a conocer muy en breve el nacimiento de la lírica literaria, de la
estatuaria, de la nueva cerámica, etc.
Fueron sobre todo los rapsodos los que
extendieron el conocimiento de Homero por medio de sus actuaciones que, según
Platón, constituían el pasatiempo favorito de los viejos en Atenas. Además
desde el s. VI a.C. los poemas homéricos fueron el libro escolar de niños y
jóvenes pues, al enaltecer las hazañas del pasado, convertía a los héroes que
las llevaban a cabo en un ideal digno de imitación; lo mismo que al mostrar las
tristes consecuencias de sus errores incitaba a reflexionar sobre las pautas
del comportamiento humano. Muchas personas podían recitarlos de memoria
(Alejandro Magno, por ejemplo, que se consideraba émulo y sucesor de Aquiles).
Con razón afirma Platón que Homero ha sido el educador de Grecia.
LA ILÍADA
Consta de 24 cantos (división hecha por los
filólogos alejandrinos) y alrededor de 15.000 versos, todos ellos hexámetros
dactílicos, es decir, versos con 6 pies que siguen la siguiente estructura:
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Narra la cólera de Aquiles y los combates en
torno a Troya durante solamente cuatro días, dentro de una guerra que durará
diez años. La Ilíada nos narra un drama humano, el de Aquiles. El más valeroso
de los aqueos es humillado por el poderoso Agamenón, jefe de los griegos
aliados (aqueos) contra Troya. Aquiles le insulta en la Asamblea, pero renuncia
a matarle y, en cambio, se retira a su campamento, con los Mirmidones, sus
guerreros. Su madre Tetis, diosa marina, logra de Zeus la promesa de que los
aqueos van a ser puestos en peligro de derrota por los troyanos, en forma tal
que requerirán la ayuda de Aquiles y habrán de devolverle su honor. Así sucede,
pero Aquiles se niega todavía a regresar, pese a las promesas de la embajada
que se le envía. Accede, tan sólo, a que su amigo Patroclo vaya, con su propia
armadura, a defender a los aqueos. Pero Patroclo, desoyendo los consejos de
Aquiles, no se va a limitar a defender, sino que, borracho de victoria, intenta
atacar a la propia Troya. Y es entonces cuando es muerto por Héctor, que se
queda con la armadura de Aquiles. Éste llora a su amigo, jura vengarle y, con
una nueva armadura –cuya maravillosa descripción encontramos en este poema-,
fabricada por el dios herrero Hefesto, a
petición de Tetis, vuelve a la lucha y mata a Héctor. Lo hace pese a saber que
con ello sella su destino. Y, tras la victoria, viene la escena humana de la
devolución a Príamo del cadáver de Héctor.
La Ilíada, por tanto, no es la narración de
la guerra de Troya. Tanto es así que poemas épicos posteriores narrarán su
comienzo y su final. Su comienzo es narrado en Los Cantos Chipriotas, que cuentan cómo Zeus, ante el problema que
supone el exceso de población, le procura alivio con una gran guerra;
seguidamente se relata la prehistoria de los padres de Aquiles, el juicio de
Paris, el rapto de Helena, el comienzo de la expedición y las historias
relativas al período bélico que precede a La Ilíada. Otro poema épico, La Etiópida, narra las últimas hazañas
de Aquiles, su triunfo sobre la amazona Pentesilea y el jefe de los etíopes
Memnón, su muerte a manos de Paris y de Apolo y sus funerales, así como la
disputa por sus armas entre Ayax y Ulises. El final de la guerra con la toma de
la ciudad, así como el suceso de Laocoonte, la muerte de Príamo y el encuentro
de Helena y Menelao, es narrado en La
Destrucción de Troya. También
estaban Los Nostoi o regresos, que
narraban el regreso a la patria de los principales caudillos griegos, sobre
todo el de Agamenón. Todos ellos son poemas posteriores a La Ilíada, del s. VII
a.C.. Pero sus temas eran conocidos por Homero, pues hace alusiones a ellos.
En la Ilíada quedo reflejado todo un código
de valores heroicos: el objetivo vital era la consecución de la areté (la
excelencia en todos los terrenos, que implicaba la superioridad sobre los
demás: “ser siempre el mejor y estar por encima de los demás”, según palabras
del propio Néstor”), y se concedía la máxima importancia a la doxa (la opinión
social). Se trata de una ética de carácter esencialmente aristocrático que se
demuestra en el combate- prefiriendo la muerte a la deshonra de la derrota- y
en las competiciones deportivas.
La cultura material de la Ilíada es la del
Bronce del Egeo de los siglos XIII-XII a.C., inmediatamente anterior a la
invasión de los dorios, que aún no aparecen en el poema. Pero el mundo
micénico, con su rudeza y vigor heroico, aparece reflejado en el poema como un
eco lejano de los sucesos colonizadores de Asia Menor por los griegos del
continente (s.IX-VIII a.C.).
LA ODISEA
Narra, en alrededor de 12.000 versos y en
hexámetros dactílicos, las aventuras de Odiseo o Ulises, rey de Ítaca, a su
regreso de Troya.
Hacía ya 7 años que Ulises estaba retenido
por la ninfa Calipso, cuando los dioses deciden que parta. Mientras, en Ítaca,
Penélope, su mujer, trata de deshacerse de los pretendientes que,
aprovechándose del patrimonio real, esperan a que se decida a casarse con uno
de ellos. Telémaco, el hijo de Ulises y Penélope, animado por Atenea, emprende
un viaje a Pilos y a Esparta, en busca de noticias sobre su padre. Ulises,
mientras, deja la isla de Calipso y llega al país de los feacios. Allí en la
corte del rey Alcínoo y de su hija Nausícaa, cuenta sus aventuras desde que
salió de Troya: el episodio de Polifemo, los lestrigones, la maga Circe, su
viaje hasta los Infiernos, las sirenas y su llegada a la isla de Calipso. Los
feacios lo acercan a Ítaca, donde con su hijo Telémaco organiza un plan para
acabar con los pretendientes de Penélope. Cuando ésta manifiesta que se casará
con quien mejor maneje el arco de Ulises, sólo éste, disfrazado de mendigo,
será capaz de tensarlo. Al final se deshace de los pretendientes y restablece
su poder en Ítaca.
Si la Ilíada es una epopeya de resonantes y
feroces combates, una típica composición épica arcaica de batallas y muertes en
torno a una ciudad asediada, la Odisea tiene ya un tono novelesco, con sus
aventuras, sus variados escenarios y su final feliz. No es ya la guerra
heroica, sino las aventuras y los prodigios vividos en un mar misterioso, lo
que da un nuevo atractivo y colorido a las andanzas del astuto Ulises.
Recordemos que en esa época los griegos colonizaban con sus navíos el
Mediterráneo con ánimos de exploración y afán comercial. Odiseo es un tipo de
héroe más moderno que Aquiles, y representa, seguramente el espíritu de una
nueva época: va superando las
dificultades con astucia, paciencia y entereza, demostrando además una enorme
confianza en sus posibilidades.
A Homero se le atribuyen, además de la
Ilíada y la Odisea, unos himnos dedicados a diversas divinidades, llamados
“Himnos homéricos”; un poema
épico-burlesco, que trata de un combate entre ranas y ratones, “La
Batracomiomaquia”, y un poema cómico “el Margites”(=loco)-hoy perdido- en el
que se nos contaba la historia del bobo que todo lo hace al revés e, incluso,
debe ser inducido por su joven esposa con grandes esfuerzos a hacer uso de sus
derechos conyugales, constituyendo la antítesis de los héroes épicos.
HESÍODO:
Representa la llamada “épica didáctica”:
rasgos éticos, nuevo sentido religioso sombreado de pesimismo, se da expresión
a la idea de Justicia.
Nace en Beocia. Pertenece, más o menos, a
una generación posterior a la de Homero y, sin embargo, la atmósfera de su
poesía es, en ciertos aspectos, más primitiva que la de Homero: sus dioses no
han alcanzado todavía la majestad, la belleza y el antropomorfismo de los
homéricos; apenas aparece el hombre como protagonista, abunda la magia, las
fórmulas de la sabiduría popular, la crueldad divina. Pero, por otra parte, hay
en Hesíodo elementos más modernos que en Homero: se anticipa ya el
descubrimiento de la personalidad, Hesíodo nos habla de sí mismo (lírica), en
tanto que Homero se oculta siempre detrás de su obra. Además la poesía
hesiódica anuncia la época de las revoluciones.
Los dos poemas de Hesíodo son: “La
Teogonía”, en el que narra la formación del mundo y de los dioses, y “Los
Trabajos y los Días”, en el que da consejos de prudencia y sabiduría, defiende
el trabajo como el único medio para conseguir la paz y la concordia.