El héroe homérico es
noble, valiente y elocuente, de abundantes lágrimas. No le importa
llorar en público, como vemos en la Ilíada cuando Aquiles llora
desconsoladamente tras la muerte de Patroclo. Pertenece a la
categoría de los mortales, siendo el hecho de su muerte el que le
otorga la verdadera condición de héroe. Posee fuerza física y
arrojo con las que lleva a cabo proezas extraordinarias para alcanzar
honra y, sobre todo, una gloria indestructible (ἄφθιτον κλέος
). El héroe homérico representa la aristocracia y quiere ser
siempre el mejor y estar por encima de los demás, como por ejemplo,
cuando Héctor le dice a Andrómaca “me avergonzaría terriblemente
ante los troyanos y troyanas de hermosos peplos si como un cobarde
huyera lejos del campo de batalla, pues siempre supe ser valiente y
luchar en primera fila”. No controla las emociones ni a veces los
sentimientos cuando sienten ira y adhesión a
su tribu. En la Ilíada vemos ejemplos que demuestran que la
hospitalidad es un vínculo sagrado para el héroe: así en el canto
VI, en el encuentro del troyano Glauco y el aqueo Diomedes en medio
de la batalla, podemos ver que, tras reconocer sus símbolos
respectivos y saberse unidos por distintos lazos (el abuelo de uno
fue el huésped del padre del otro), acuerdan no enfrentarse e
intercambiar sus armaduras, de oro las del troyano y de bronce las de
Diomedes. También vemos ejemplos de amistad como la que unía a
Patroclo y a Aquiles.
Además participan en la batalla subidos en carros, que ya habían desaparecido del arte de la guerra a finales de la época micénica. Por eso los héroes homéricos preferían desmontar y mantener la lucha a pié. Sus armas son mezcla de distintos períodos, pero de bronce.
Un héroe que reúne
todas estas características sería Héctor, jefe del bando troyano,
“el de tremolante casco”. También Odiseo, “el urdidor de
engaños”, quien destaca por sus grandes hazañas.
LUCÍA BARREIRO [2ºBac.B]
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