Héctor,
el de tremolante casco, es el héroe homérico por excelencia y, como
tal, no podía tener otra muerte que no fuera la de un héroe.
Tras
dar muerte al caballero Patroclo, Héctor es asediado por el divino
Aquiles, que busca venganza y da tres vueltas a las murallas de la
ciudad de Troya ya que Héctor no se atrevía a afrontar la lucha.
Así que Palas Atenea, en forma de Deífobo , incita a Héctor para
que afronte su destino. El divino Héctor pide al Pelida Aquiles que
se honre el cadáver del perdedor pero éste se niega ya que está
cegado de ira. La lucha comienza y enseguida Héctor se queda sin
lanzas, se da la vuelta para pedirle otra a Deífobo y es entonces
cuando se da cuenta de que todo ha sido un engaño de los dioses y
que su muerte se acerca. Aún así no se da por vencido, toma su
espada corta y se lanza hacia Aquiles. Es entonces cuando el Pelida
le da muerte clavándole la lanza entre las clavículas y la
garganta, único lugar que la armadura de Hefesto, el
ilustre artífice, dejaba
al descubierto. Una
vez muerto, el cuerpo de Héctor es lacerado por los aqueos, y
posteriormente atado por los tobillos al carro de Aquiles, que lo
arrastra extramuros. Durante doce días el cuerpo permanece expuesto
al sol y los animales, pero el dios Apolo protege el cuerpo del héroe
de estos maltratos y lo conserva impoluto. Finalmente, el rey Príamo,
con la ayuda de Hermes, se aventura hasta la tienda de Aquiles y le
suplica que le devuelva el cadáver de su hijo. Aquiles acaba
apiadándose y, a cambio de un rescate, entrega el cadáver de Héctor
a su padre, que ya en Troya realiza unos funerales.
Andrea
Morano 2ºBac.B
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