JENOFONTE (Atenas c.430-355 a.C.)
Hijo de Grilo, del demo ateniense de Erquia, nació en Atenas en una familia rica y aristocrática. Recibió una educación esmerada, con lecciones de sofistas como Pródico de Ceos, o de oradores como Isócrates. Pero lo que realmente influyó en él fue su maestro Sócrates a quien reverenció.
En el año 406 tomó parte en la Guerra del Peloponeso donde fué cogido prisionero; en el 401 a.C. formó parte del cuerpo expedicionario griego del ejército que levantó Ciro el Joven contra su hermano el Rey de Persia Artajerjes; derrotado este ejército en la batalla de Cunaxa en el 401, y muerto el mismo Ciro, se retiró Jenofonte hacia su patria al frente de los griegos. Pero en el 399, muerto Sócrates, sus discípulos son perseguidos y Jenofonte es exiliado de Atenas. Marcha a Esparta, donde se convierte en amigo fiel del rey Agesilao, poniéndose a su servicio contra el rey Farnabazo. Estuvo presente, quizá sin combatir, en la batalla de Coronea contra Atenas y Beocia en el 394; por los servicios prestados acabó recibiendo en recompensa una finca en Escilunte (Élide), cerca de Olimpia, donde se encargaba de acoger a los espartanos que visitaban Olimpia. Allí vivió unos 25 años con su mujer y sus dos hijos ocupado en escribir obras.
En el año 370, después de que los eleos se aliaran con los beocios, tuvo que abandonar Escilunte. Se instaló momentáneamente en Lepreo y finalmente en Corinto. En el año 365, los atenienses revocaron el decreto de destierro contra Jenofonte y sus hijos volvieron de inmediato a Atenas y se incorporaron a sus unidades de caballería. No se ha podido averiguar hasta el momento si Jenofonte visitó Atenas o no. Parece que murió hacia el año 355 a.C. en Corinto.
Fue un hombre piadoso con un gran sentido común y un escritor sin afectación ninguna y sin pretensiones, que mostraba una gran sencillez y fluidez de estilo. Por eso se lee con agrado y fue llamado “la abeja ática”.
Sus obras se suelen clasificar en función de su temática:
Obras históricas:
Las Helénicas, es la obra más destacada de este grupo, en la que narra en siete libros la historia de Grecia desde el 411 hasta el 362 a.C. Por lo general se admite que Jenofonte pretende continuar la obra histórica de Tucídides, y que sus primeras palabras (μετὰ δὲ ταῦτα=después de esto) enlazan directamente con los acontecimientos descritos por su predecesor en su obra “La Guerra del Peloponeso”. El resultado es muy desigual y da la sensación de una obra hecha por etapas, siendo su valor literario inferior al conseguido por Tucídides. Además Jenofonte expone una serie de causas quedándose en la superficie de las cosas, mientras que Tucídides ahonda en los orígenes.
Sin embargo, algunos críticos elogian sobre todo sus dos primeros libros, en los que continúa la narración de la guerra del Peloponeso, desde el año 411 al 404, y relata la instauración y el derrocamiento del gobierno de los Treinta Tiranos como consecuencia de la derrota de Atenas. En los tres siguientes libros narra los acontecimientos ocurridos hasta el año 379: la guerra entre espartanos y persas, el enfrentamiento de Atenas y otros estados griegos contra el poder de Esparta, así como la rivalidad concreta entre Esparta y Tebas. A partir de la mitad del libro quinto y hasta el final se narra el triunfo de Tebas en la batalla de Leuctra y la posterior supremacía tebana bajo el mando del general Epaminondas que muere en la batalla de Mantinea en el año 362 a.C.
La Anábasis nos narra en siete libros la fracasada expedición de Ciro el Joven contra su hermano, el rey de Persia Artajerjes: cuando en el 404 muere Darío II, el mayor de sus hijos, Artajerjes, le sucede en el trono. Pero acusado el hijo menor, Ciro, de conspiración por el sátrapa Tisafernes, Artajerjes hace arrestar a su hermano. Éste, salvado por su madre, jura vengarse, y decide reclutar diez mil mercenarios griegos que, engañados en un primer momento sobre el verdadero fin de la expedición, se ven metidos dentro de una aventura que les lleva hasta Cunaxa, cerca de Babilonia, después de recorrer 3000 km en seis meses. En la batalla de Cunaxa muere Ciro, por lo que tienen que regresar y lo hacen a través de Armenia y hasta el Bósforo, recorriendo otros 3000 km en siete meses. Uno de los participantes en esta expedición fue el propio Jenofonte, que había sido convencido por su amigo, el general Próxeno, amigo también de Ciro. Jenofonte tomará nota de toda la expedición y luego, tras la muerte de Ciro, cogerá el mando de la expedición. Seguramente en su retiro de Élide escribe esta obra que relata las aventuras que vivió, las costumbres asiáticas, detalles pintorescos, así como diversos ejemplos de discursos, compuestos según las reglas de los sofistas. La Anábasis o La Retirada de los Diez Mil es, sin duda, una de sus obras maestras. No se trata de una obra histórica, sino más bien didáctica y apologética, una especie de diario militar en el que quiso enseñar cómo se maneja un ejército en circunstancias difíciles y hacer su apología para los atenienses que le reprochaban de laconismo, y para los autores que habían descrito la retirada sin concederle el puesto que él se creía merecer (por ejemplo, Diodoro de Sicilia la cuenta sin mentarle siquiera). La narración está llena de viveza y elegancia, destacando las descripciones geográficas y etnográficas. Sobresale la descripción de la batalla de Cunaxa, una de las mejores en su género por lo pintoresca y viva.
Ciropedia (< Κύρου παιδεία”educación de Ciro”) es un relato de Jenofonte sobre la carrera de Ciro el Grande, rey de Persia, en el que personajes y hechos históricos aparecen modificados, para adaptarlos a la intención didáctica del autor. Es una obra que se parece enormemente a una novela histórica pero con intención moral. El mismo Ciro es un personaje idealizado, el perfecto estadista, gobernante y general, tomado parcialmente de la persona de Ciro el Joven que Jenofonte conoció y que aparece en su Anábasis.
La constitución de Persia y el método educativo descrito representan igualmente los ideales de Jenofonte, en parte basados en las instituciones de Esparta. Ciro es un espartano en la disciplina, en los ejercicios gimnásticos y militares, en la subordinación a los jefes del Estado; y un socrático práctico por la moral y el espíritu reflexivo y dialéctico, que se explica lo que hace y lo explica a los demás. Es un príncipe ideal formado en la fantasía del lacónico y socrático Jenofonte, muy parecido en sus líneas a la República ideal formada en la fantasía de Platón.
Hay algunos buenos trozos, como los primeros años de Ciro, narrados en el capítulo 3º del libro I, y el episodio romántico de la despedida de Abradates, que está a punto de morir en la batalla, de su esposa Pantea. Pero en general domina la frialdad y faltan los verdaderos caracteres.
Tras la narración de las campañas militares de Ciro, que concluye con la conquista de Sardes y Babilonia, la obra finaliza con una descripción de la organización del imperio persa y de la muerte de Ciro. Jenofonte intenta demostrar a sus conciudadanos que la nobleza en el pensar y en el obrar pueden darse también entre los bárbaros.
La Constitución de los Lacedemonios. Esta obra es fruto de su admiración por Esparta, y en ella se describen las reformas políticas del mítico legislador Licurgo, relativas al sistema de matrimonio, adiestramiento físico de chicos y chicas, comidas comunitarias (τὰ συσσίτια), desprecio a la propiedad privada, etc.
Obras filosóficas: (sobre la figura de Sócrates):
La relación de Jenofonte con Sócrates no fue ni muy directa ni duradera. Frecuentó desde joven el círculo de amigos de Sócrates pero sin dedicarse a la filosofía, como otros discípulos del filósofo –Platón el más conocido-.
Parece ser que conoció a Sócrates de niño y luego siguió al maestro unos pocos
años cuando era joven. Cuenta Diógenes Laercio que un día, antes de conocerse, le preguntó Sócrates a Jenofonte dónde podía comprar algunos objetos corrientes y el chico le respondió acertadamente; después le preguntó dónde podía encontrar hombres buenos y Jenofonte ya no supo responder. Entonces el filósofo le dijo: “Sígueme” y su amistad llegaría hasta el fin de la vida de Sócrates.
En 401 Jenofonte parte para la expedición relatada en La Anábasis, y ya no volvió a verlo nunca más. Es curioso que en las disputas de los seguidores de Sócrates nunca se le reconoce a Jenofonte la cualidad de discípulo de Sócrates.
Hacia el año 390, el sofista Polícrates publicó un libro calumnioso sobre la figura de Sócrates. Este hecho creó una gran polémica en Atenas entre los seguidores y detractores de Sócrates, dando lugar a los logoi socratikoi para la defensa del maestro.
Pues bien, Jenofonte decide mezclarse en la polémica y escribe su Apología para defender a Sócrates. Como no había estado presente en el juicio, Jenofonte acude al testimonio de Hermógenes, amigo suyo y testigo de la muerte del maestro, como se puede ver, por ejemplo en Fedón (59 b).
La Apología de Sócrates, en la que relata la defensa de su maestro ante el jurado.
Jenofonte no pretende hacer un reportaje exacto del juicio, sino exponer la sublime actitud y el altivo lenguaje ante el jurado de un Sócrates que estaba convencido que era un buen momento para morir (eukiría). Es ésta una diferencia esencial con la Apología de Platón: allí Sócrates se enfrenta a la muerte a partir de su fe en una vida posterior (doctrina también presente en el Fedón). Jenofonte no habla para nada de este tipo de creencia, sino que afirma que Sócrates basaba su satisfacción en la idea de evitar los achaques de la vejez. Mientras que para Platón la muerte parece ser la consecuencia lógica y trágica del cumplimiento de una misión, para Jenofonte representa una meta deseable en sí.
Las Memorables o Recuerdos de Sócrates son una sucesión de diálogos de Sócrates con diversos personajes, incluso con Jenofonte, que suponen una defensa de su maestro. Los temas tratados son la belleza, la justicia, o bien, la educación, las artes, y otros temas característicos de la filosofía socrática. Sin embargo, muchas de las opiniones que pone en boca de Sócrates no coinciden con las de Platón.
El Banquete (o Simposio) relata la reunión celebrada en casa del rico Calias, en la que participa Sócrates como invitado, así como otros personajes históricos, y que representa un ejemplo de lo que eran los simposios atenienses. La conversación que giraba en torno a distintos aspectos de la conducta humana presenta un tono distendido, salpicado de humor, aunque al mismo tiempo con seriedad. Destaca el discurso de Sócrates sobre la superioridad del amor espiritual sobre el carnal.
Obras didácticas:
El Económico trata de la vida familiar, es un tratado sobre la administración de una hacienda y el papel de la mujer como esposa y administradora de la casa, y en ella intenta demostrarnos que también el agricultor que ejerce su profesión con entusiasmo y competencia puede constituir un ideal de la Atenas del s. V-IV a.C.
El Cinegético es un tratado sobre la caza.
Agesilao, es una alabanza a este rey espartano a quien tan profundamente admiró, elaborada con material que había usado en las Helénicas. En ella revela un fuerte retoricismo frente a su obra historiográfica.
Hierón es una obra que nos presenta al poeta Simónides conversando con el tirano de Siracusa Hierón sobre las suertes respectivas del tirano y del ciudadano.
Otras obras son: El Hipárquico, Sobre la Equitación, etc.
Si como filósofo es Jenofonte un pensador superficial, que no resiste la mínima comparación con Platón, como historiador está también muy lejos de Tucídides. En efecto, Jenofonte es un historiador que omite en ocasiones asuntos de importancia y peca de parcialidad, no ocultando su simpatía por Esparta; además carece del rigor de Tucídides al encararse con los hechos históricos y, no sólo es incapaz de llegar a las causas profundas de éstos, sino que incluso recurre a explicaciones tan trasnochadas como la de la cólera de los dioses o la venganza divina. Con todo, no se le puede negar a Jenofonte un buen conocimiento de las cuestiones militares, una gran sensibilidad para la descripción de escenas aisladas a las que dota de los más finos matices, una notable habilidad para los retratos de personajes destacados, una sencillez de lenguaje –si bien su ático no es puro-, y una claridad de ideas, cualidades todas ellas que cautivan al lector. Es, en definitiva, un escritor polifacético y ameno, pero poco profundo.
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